Voy paseando por un caminito, a un paso ligero pero que me permite poder observar lo que me rodea. Escucho el río que baja con fuerza, miro como los árboles hablan entre ellos, le sonrío a las ovejas.
La hierba silvestre y cientos de pequeñas margaritas me hacen cosquillas al andar. Hasta que me canse, o me aburra, sigo caminando. Me paro un rato y descanso en unos bancos que me gustan, porque son blancos y bonitos, porque se está muy agustito en ellos. Nunca me siento en otro sitio, y eso que hay muchos más bancos blancos, pero me gustan los míos.
Siempre hago la misma ruta, 13 bancos, con sus 13 papeleras cerca, 13 árboles que dan sombra y 13 soles que alumbran el sendero. Sin embargo, aunque siempre hago la misma ruta, cada día es distinta. Nacen nuevas flores, vuelan nuevas mariposas, cantan otros pájaros, hablan otras personas, me olisquean otros perros...
Me gusta el paseo y encontrar de pronto cosas nuevas que mirar, pero a veces me pongo triste porque hace unos días ví un perrito pequeño super gracioso, se venía detrás de mí, correteaba, daba pequeños saltitos, se enredaba entre mis pies. Y no le he vuelto a ver. He visto otros, que también tenían su gracia y hasta se dejaban acariciar. Pero ese perrito era tan lindo... no va a seguir allí como los 13 bancos y las 13 papeleras y los 13 árboles y los 13 soles...
Hoy hace un buen día, creo que voy a ir de paseo.