domingo, 20 de abril de 2008

Es lo que toca

Érase una vez, una humilde familia vivía con sus cuatro hijos. Tres fornidos varones y una niña.

El padre siempre trabajó fuera de casa, aprendiz de mucho y maestro de nada, se ganó la vida en lo que pudo, desde curtidor de pieles, pinche de cocina, peón de albañil... una vez hasta tocó el organillo en la puerta del sol.

La madre, nunca salió del pueblo, sus labores ocupaban todo el día y parte de la noche. Trabajaba duramente en casa y de madrugada bordaba para algunas de sus vecinas más pudientes con el fin de ganarle algunos cuartos.

Los tres chicos varones, tuvieron "suerte". Iban a la escuela, con Don Amancio, y entre latigazos de cinturón, aprendieron las tablas, los reyes Godos y los ríos de España.

Carmela, la pequeña, de grandes ojos castaños. Ojos ansiosos de mirarlo todo, curiosa por naturaleza, no escajaba en este escenario. Cada mañana madrugaba, barría y fregaba la cocina, preparaba pan migado para sus hermanos, iba hasta la plaza para traer dos cántaros de agua fresca y con ella preparar después una sopa de cebolla. Todas las mañanas el mismo ritual. Las tardes no eran mejores. Después de restregar las cacerolas tiznadas por el carbón y dejarlas como espejos, visitaba puerta a puerta a las vecinas con los bordados de su madre. Raro era el día que no tenía que ir al río a lavar las ropas de sus hermanos o remendarles los calcetines. Hasta que el sol empezaba a ponerse y tocaba preparar la cena.

Nunca se quejó, ¿porqué habría que hacerlo?, era lo que tocaba, nunca se planteó hacer nada distinto.

Hoy Carmela detrás de sus gafas esconde sus vivos ojos castaños. Oye poco, pero oye, entiende poco, pero entiende. Viuda de su único marido desde los 17 años, pone la televisión, que están dando el parte, y presencia la imagen por primera vez en España, de nueve ministras en el gobierno, su cara, esboza un leve gesto de satisfacción. Se duerme.

viernes, 18 de abril de 2008

Me acuerdo

¿Te acuerdas?, nuestro parque, nuestro banco vacío esperando mimos ( y contratos) a la salida del instituto.

¿Te acuerdas? en la esquina del cuartel incapaz de despedirte con un piquito, tus labios me comían en cada despedida.

¿Te acuerdas? cuando consciente de la atracción que sentías por mí te sacaba los ejercicios de inglés. Cuántos "lollypops" habré ganado gracias a eso.

¿Te acuerdas? de las tardes en tu salón preparando los exámenes de selectividad, de besos en los pasillos en los cambios de clase, de los paseos en la isla, de la primera vez que me metiste mano en mi portal...

¿Te acuerdas? que nos bañamos juntos en la playa, la paellita de Vigo, la montaña Rusa de Sevilla, de la calle San Miguel...

¿Te acuerdas? mi mejor compañero de piso (y habitación), cuando nos caímos de la cama, haciendo turnos para fregar, turnos para estudiar, películas en VOS en el López de Ayala, películas gratis de la facultad, cuando todavía estaba allí y no allá arribota.

¿Te acuerdas? el día que les dijimos a todos que nos íbamos a vivir juntos, "mamá, hoy vamos Patricia y yo a cenar".

¿Te acuerdas? cuando llegué a casa del trabajo y me pusiste un video... y un anillo en el dedo.

¿Te acuerdas cuando te dije que sí?

sábado, 5 de abril de 2008

Empaquetando sueños


Hoy he hecho un pequeño viaje. El escenario era el mismo, una casa semi vacía, olor a cerrado, muchas bolsas, cajas y yo. Sola, impaciente y alucinada, cortaba plásticos con (y sin) tijeras, rompía cajas, colocaba cosas. Un único pensamiento me rondaba, que no estaba tú para ayudarme, para disfrutar conmigo de esa primera experiencia que me llevaba a un mundo nuevo y desconocido.Un mundo que me acercaba más a ti, sin embargo, estaba sola. Aún así, me podía más la felicidad y la euforia que la melancolía. Deseaba que entraras por la puerta para enseñarte donde estaban los vasos y no dieras tumbos para beber si llegabas con sed de trabajar. Con una sonrisa en la boca, limpiaba el polvo a las cosas nuevas que habíamos comprado juntos, y no era fácil encontrar el mejor sitio para dejarlas, hay que hacer las cosas. Una cocina que ya iba pareciendo cocina, que se iba llenado de color, olor y sabor.



Una habitación que ya no hace eco, que tiene con qué arroparme y almohada donde poder consultar cosas.



Poco a poco fueron llegando bolsas y más bolsas y todo esto llegó a parecer nuestro, lo sentí mío me vi a mi misma deprisa por el pasillo, remangándome para fregar, tumbada en el sofá viendo la tv, hablando por un teléfono fijo, poniendo el árbol de Navidad...



Hoy, todo ha dado un giro de 180 grados. Las cosas que nerviosa colocaba, han vuelto a las cajas que han esperado pacientes en el trastero, sabiendo que estaban ahí por algo pero que le han cogido tanto gusto al estar allí juntitas y vacías, que les da un poco de pena tener que irse.



Ha pasado todo muy deprisa, las cajas descansan la ajetreada jornada sobre el suelo, se miran y se preguntan, hasta cuándo estarán ahí, pero no tiene prisa.



Espero que en mi próxima aventura de desembalaje, estés conmigo, que te rías cuando el polvo me haga estornudar, que me riñas cuando he puesto algo en un sitio que no te gusta, que te sientes en el suelo conmigo, cansado pero satisfecho.



Este sueño es de los dos, y quiero despertarme contigo.