viernes, 24 de junio de 2011

Treinta y cuatro

Me duele la espalda y el cuello, tengo calambres en las piernas , me tira la barriga y siento pinchazos en los ovarios. Tengo insomnio, mareos y desvanecimientos ocasionales, mi diafragma no tiene espacio y me cuesta respirar. Siento calor y sofocos, se me hinchan los pies, ando como Fraga y hago pis unas 20 veces al día. No puedo conducir porque el volante me da en la barriga, no puedo abrocharme sola las sandalias y no hablemos de la ardua tarea de cortarse las uñas de los pies. Estoy torpe, todo se me cae de las manos, he perdido mi centro de gravedad. Lloro sin motivo aparente y río estrepitosamente cuando algo me hace gracia. Toda la ropa que me cabe me da un look King África y no encuentro estar a gusto con nada.


Y encima no puedo comer jamón.


Sin embargo, he engordado 11 kilos y me siento más guapa que nunca. Disfruto de nuestras cómplices madrugadas jugando juntas. Noto tus pequeños pies agradeciendo el helado fresquito que me acabo de comer. Me divierte tu hipo, acaricio tu espalda y junto mi mano con la tuya. Te canto, te hablo, te pongo rumbas. Te sueño en mis brazos y sigo soñando.


Tu luz es la que da chispa a mis ojos, brillo a mi pelo y moreno a mi piel. Tu luz dará vida a nuestros deseos en aproximadamente un mes y por fin podré mirarte a los ojos. Te estamos esperando Candela.

domingo, 5 de junio de 2011

Érase una vez...

La reina Carlota ha perdido su trono.


Tras cuatro años de dulce reinado entre nubes rosas y algodón de azúcar.


A pesar de haber quitado el molesto guisante bajo su colchón, no puede conciliar el sueño. Las pesadillas torturan sus horas, se repiten una y otra vez. Una malvada bruja ha decidido dejar su escoba tras la puerta de su alcoba y no tiene intención de irse. Siempre despierta en el mismo momento, la bruja con un portazo de estruendo, hace caer el nombre de preciosas letras de madera donde puede leerse "CARLOTA" y se hacen trizas contra el suelo.


Empapada en sudor, Carlota intenta escapar de las pesadillas que la atormentan, pero sus sueños, cada vez son más reales.


Triste, melancólica y resignada, Carlota recuerda sus años felices, cuando paseaba por los jardines de palacio y jugaba entre mariposas, cuando las paredes rosas lucían fotografías sólo con su sonrisa y no tenía que compartir sus pertenencias con la nueva heredera.


La joven princesa Érika, es la que monta ahora el caballo blanco de Carlota, es más dócil y tranquilo, lo ideal para una inexperta amazona. La pequeña se divierte al trote y al galope ajena a la mirada de la primogénita, que entre lágrimas, añora a su caballo.


Mi pequeña Carlota, tú siempre serás mi reina.