domingo, 5 de junio de 2011

Érase una vez...

La reina Carlota ha perdido su trono.


Tras cuatro años de dulce reinado entre nubes rosas y algodón de azúcar.


A pesar de haber quitado el molesto guisante bajo su colchón, no puede conciliar el sueño. Las pesadillas torturan sus horas, se repiten una y otra vez. Una malvada bruja ha decidido dejar su escoba tras la puerta de su alcoba y no tiene intención de irse. Siempre despierta en el mismo momento, la bruja con un portazo de estruendo, hace caer el nombre de preciosas letras de madera donde puede leerse "CARLOTA" y se hacen trizas contra el suelo.


Empapada en sudor, Carlota intenta escapar de las pesadillas que la atormentan, pero sus sueños, cada vez son más reales.


Triste, melancólica y resignada, Carlota recuerda sus años felices, cuando paseaba por los jardines de palacio y jugaba entre mariposas, cuando las paredes rosas lucían fotografías sólo con su sonrisa y no tenía que compartir sus pertenencias con la nueva heredera.


La joven princesa Érika, es la que monta ahora el caballo blanco de Carlota, es más dócil y tranquilo, lo ideal para una inexperta amazona. La pequeña se divierte al trote y al galope ajena a la mirada de la primogénita, que entre lágrimas, añora a su caballo.


Mi pequeña Carlota, tú siempre serás mi reina.






1 comentario:

Iván H. Bermejo dijo...

¡Qué guay! Como mola. Un beso, amor