jueves, 3 de diciembre de 2009

El patio de recreo

Murmullo de risas y el sonido de muchos pares de pies correteando sin una meta definida.

Gritos y voces de desenfreno, caras de velocidad, narices coloradas por el frío, ojos que lloran de felicidad, manos sucias, almas puras.

Trepo por aquí, me cuelgo por allá, construimos un castillo con los abrigos, los cubos y las palas son tambores, sombreros, espadas láser que matan monstruos.

Hemos encontrado un hueco tras el tobogán donde nadie nos ve.

Bajo los bancos escondemos nuestros tesoros: esta fantástica piedra y estas hojas que el otoño con su magia ha pintado de colores.

Me caigo y no lloro, me pegas pero te perdono porque me has dejado tu gormity y ha sido sin querer.

Estoy tan feliz que te abrazo tan fuerte que te hago daño.

Vamos al baño sin que nos vean y con bochinches de agua hacemos un pastel en el arenero.


¡riiiiiinnnggggggggggg!

1 comentario:

Iván H. Bermejo dijo...

Seamos niños. Corramos esquivando los charcos, o saltando sobre ellos hasta que notemos nuestros calcetinos fríos por el agua de la lluvia.

Corramos sin pensar que la gente nos mira, con la libertad de esos pequeñajos que creen alcanzar la velocidad de la luz mientras sus rizos se peinan al antojo del viento.

Rompamos nuestros pantalones por las rodillas, salvemos a nuestros compañeros jugando al escondite, ponte de delantero, o defensa, dependiendo de con qué equipo estés pues recuerda "no puedes pasar de la cruz".

Hagamos de Mcgiver, escóndete bien para poder salvar a todos tus compañeros, pero a ti primero.

Carraspea, jadea, siente el frío de mis mejillas coloreadas.

Divirtámonos. Cómete el Bollycao y no piensas en el colesterol. Juguemos a pillar, a aviso mosca, al fútbol con las niñas, que no son las que dan más patadas, y al conejo de la suerte.

Seamos niños por un tiempo. A lo mejor así somos más honestos.