viernes, 5 de octubre de 2007

El Edén

Sin darse cuenta, les sorprendió el alba. Y digo sin darse cuenta porque estaban tan ocupados mirando el otro los ojos del uno y el uno los ojos del otro, que no veían más luz que la que irradiaban sus pupilas.

Con un frío estraño que les erizaba la piel, no provocado por la temperatura propia de cuando aún huele a azahar, sino producto del nerviosismo de verse por fin juntos.

No juntos como habían estado en miles de ocasiones y tardes de trivial, sino juntos. Rodeados de ojos y miradas indiscretas, pero solos.

Se miraban, se detenían en observarse las arrugas de la cara, los lunares, la comisura de los labios... como si no se hubieran visto nunca. Así se miraban.

No fue un beso, fue un deseo llavado a la práctica. Tantas noches habían soñado con ello, que el beso no fue sorpresa. Se besaron como si lo hubieran hecho toda la vida, disfrutando, explorando los rincones de la boca, cada milímetro de los labios... ahora se juntaban. Despacio y con calma. Se agarraban las manos.

No hablaban con palabras.

Anhelaban algo que nunca antes habían tenido, lo vivieron, lo exprimieron por si acaso, se desvanecía todo de repente.

El frío iba y venía en función del estado de conciencia. Cuando se fundían en uno sólo, no había tiempo de tiritar, pero al poner los pies en la tierra, se les helaba el alma.

Tras un bostezo de sol, llegó la realidad, y con la realidad, la despedida.




"Dos cuerpos que se desean, se buscan. Si no hay obstáculos insalvables que les impidan la proximidad, la vida se convierte en una fiesta de tactos y besos. Tocar no es sencillo. Hay quien asegura que se trata de un arte.

¿Quién sabe tocar la piel del otro con dedos lo bastante hábiles como para hacerlo estremecer?
La cuerda del violín se estira, el arco se tensa, la música surge, rotunda. Hay manos que acarician como si esparcieran perfumes. Se produce una eclosión de espuma.

El deseo se vuelve real cuando el otro es presencia concreta, palpable. Carne contra carne, dureza que se torna realidad en el envite."

María de la Pau Janer.
Las mujeres que hay en mí.

2 comentarios:

Noelia Fuentes de la Calle dijo...

El deseo de besarse se siente, da calor y placer, por lo que el frio de la madrugada pasa sin ser notado, avisa sin ser oido, llora por ignorarle y es ahi cuando las gotas del rocio se mezclan en los besos.
Noelia

Mamen dijo...

Hola gente! Sí que me paso por vuestros bloggs, aunque sin hacer ruido... Vosotros/as seguid escribiendo, que yo prefiero la lectura.
Un besazo a todos/as.