domingo, 24 de mayo de 2009

La casa de mi abuela

La casa de mi abuela, con sus baldosines marrones en la fachada.

La casa de mi abuela, con sus ventanas verdes por las que dejábamos colgar las piernas entre los barrotes.

Qué diver en verano cuando mi abuelo limpiaba las alfombras y nos enchufaba con la manguera y resbalábamos con el jabón.

Las lagartijas huían por la uralita evitando nuestras manos pequeñas y asesinas que querían ver bailar sus colas.

Los enormes tazones de loza de pan "migao", el arroz con liebre, las migas, y las palomitas en el caldero.

En invierno, el frío se apoderaba de mis orejas cuando mi abuela me empapaba el pelo para peinarlo con un peine de púas imposibles y lo pegaba a mi frente.

Ese largo pasillo testigo de nuestras caídas, con el escalón malvado en el medio.

La oscura planta de arriba, con los animales disecados y la nevera donde solo había mosto.

Enterarme a media noche de que los reyes son los padres, (o los abuelos) cuando mi abuela cargaba los paquetes pasillo arriba, pasillo abajo, con cuidado de no tropezar con el escalón malvado.

Reuniones familiares, risas, voces, bailes, vida... amargas lágrimas que despiden la mitad del alma de la casa.

Toda una vida llena de recuerdos, la casa de mi abuela.

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